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martes, 4 de agosto de 2009

NOTICIA DE DOS CUADRO DE VALDÉS LEAL SOBRE LA FAMILIA CONDAL DE BELALCAZAR.

Retrato de Valdés leal.


En la documentación conservada en el Archivo Histórico Nacional, sección de
Nobleza, sobre la casa de Osuna, nos encontramos con un dato interesante desde el
punto de vista artístico, al darnos a conocer la existencia y descripción de dos cuadros
atribuidos al pintor Juan de Valdés Leal, actualmente en paradero desconocido.
Se trata de una serie de cartas intercambiadas entre el duque de Osuna y el
sevillano Jacobo Walsh, quien pone a la venta las dos obras barrocas en las que se
representa un episodio familiar, pero también en parte histórico, de los antepasados
de la casa ducal, la familia de los condes de Belalcázar, los Sotomayor y Zúñiga. La
correspondencia se fecha a finales del ario 1842 y principios de 1843.
Por lo que se dice en alguna de las cartas, el remitente sevillano está pasando
apuros económicos, y se ve obligado a vender ciertos cuadros en su poder. Así,
decide ofrecer esas dos obras al duque de Osuna, por un posible interés temático en
los mismos.
Desde un principio el noble parece no mostrar mucho interés, pero decide
enviar al administrador de los Estados de Arcos, don Antonio María de Osorno y
Ceralla, a reconocer las obras. Éste acude acompañado por el entonces director del
Museo de Bellas Artes de Sevilla, el pintor Antonio Cabral Bejarano. Gracias al
informe redactado por este "Profesor de pintura" —como se le cita en la documentación—,
podemos conocer con cierta exactitud cómo eran esas obras.
Los datos aportados resultan atractivos desde distintos puntos de vista. Por un
lado por la temática de uno de los cuadros, ya que no se trata sólo de una escena
cotidiana o un retrato familiar, sino que en él se representaba un episodio en cierto
modo histórico en un doble aspecto, por lo que supuso dentro de la trayectoria de
una de las grandes familias nobiliares y por la historia de la Orden religiosa de San
Francisco.

Además, la documentación nos da a conocer ciertas noticias, aunque escasas y
vagas, de una de las colecciones más significativas del país, como fue la del duque
de Osuna, actualmente dispersa por museos y coleccionistas privados.
Finalmente, pese a que este dato deba ser considerado con un gran cuidado,
nos encontramos con la cita de dos obras de uno de los pintores más importantes
del barroco español, Juan de Valdés Leal , existiendo por ello la posibilidad de ver
aumentada así la nómina de su producción artística.


La documentación nos habla de dos cuadros diferentes. En primer lugar, cita
una "pintura de costumbres", en el que se representan: "los individuos de una familia
qe . se halla sentada a la mesa comiendo, con criados de pie para servirla, todos
de tamaño del natural; cuyo cuadro, ademas de su mérito artistico, lo tiene en serlo
de costumbres, por notarse en él los ropages, muebles y manera de servir la mesa
de aquel tiempo, como tambien la circunstancia de ser todos retratos de la antigua
y noble familia de Sotomayor, Condes de Belalcazar, dignisimos antecesores de
V.E.; cuyo Conde Juan está retratado en el acto de manifestar su determinacion
de retirarse del Siglo y entrar en Religion (como lo ejecutó, tomando el nombre de
Fray Juan de la Puebla) haciendo dejacion de todo su Patrimonio a su menor hermano
D. Gutierre que se halla presente y manifiesta bien al vivo su admiracion, el que
murio de un saetazo en la guerra de Granada. Tambien se ve en el
mismo cuadro el retrato de una Señora, hermana de los referidos, y que fue la Fundadora
del Convento de Monjas de Belalcazar".
La casa nobiliar de Osuna cuenta entre sus ramas familiares con los Sotomayor
y Zúñiga, condes de Belalcázar y de la Puebla de Alcocer, quienes emparentaban
por línea materna con las Casas reales de Castilla y de Navarra, y por la paterna
con el Gran Maestre de Alcántara, don Gutierre de Sotomayor. El segundo conde
fue don Juan de Sotomayor y Zúñiga. Éste, quien ante la temprana muerte de su
padre recibe muy joven el título, fue preparado para ejercer como heredero de la
casa condal y para cualquier requerimiento del rey Enrique IV.
Sin embargo sus inclinaciones fueron otras, decidiendo abandonar la dignidad
nobiliaria, para ingresar en una Orden religiosa. En un principio eligió a los
jerónimos, profesando en el Monasterio extremeño de Nuestra Señora de Guadaupe : "Aqui acabó Don Juan de Sotomayor la vida de Conde, y principió fray Juan de la Puebla su vida de Santo".
Pero le pareció que la vida en esa gran casa no era lo suficientemente rigurosa.
El Monasterio de Guadalupe se había convertido ya en la segunda mitad del
siglo XV en uno de los centros de peregrinación más importantes de España. A él
acudían gran número de fieles de la Virgen, atravesando difíciles caminos. E incluso
llegaban visitantes del centro de Europa, como demuestra la presencia de algunos
trabajadores dependientes del monasterio de origen alemán.
El Padre Écija en su Crónica de esta casa extremeña, recoge así lo sucedido
con Fray Juan de la Puebla: "viendo este santo varón que era muy frecuentado de
seglares, así de personas ilustres, como de otros caballeros que venían a esta santa
casa en romería, y de sus parientes, y que se hacía contra lo que él deseaba, que
era estar en recogimiento y quietud, apartado de estos bullicios, acordó de mudar
de lugar, aunque no de proposito (...) procuró alcanzar un Breve de nuestro muy
santo padre Sixto IV (...) suplicó al Padre Santo le diese el hábito del señor San
Francisco, con algunos estatutos de más aspereza que usaban los frailes de la
misma Orden (...).
Por ello, fray Juan de la Puebla decide viajar a Roma, con el correspondiente
permiso del General jerónimo, fray Rodrigo de Orense. Allí, una vez dispensado de
los vínculos de la Orden de San Jerónimo por el papa Sixto IV, ingresa en el Convento
de San Francisco Transtibero. Recibió el hábito franciscano en una ceremonia
llena de ampulosidad, muy lejana a lo deseado por su protagonista: "Llegó el
día señalado y quiso el Pontífice que lo fuesse tanto, que apenas se avrá visto en
semejantes casos otro más plausible. Celebró Missa de Pontifical, assistiendo diez
y seys Cardenales, más de cien Argobispos, Obispos y Protonotarios: el Embaxador
de España, deudo del V. P. y más de diez mil personas de todos estados. Acabada la
Missa, dió el Sumo Pontífice Sixto Quarto, de su misma mano, el Hábito de Nuestro
Padre San Francisco, y juntamente la profesión, al Siervo de Dios Fray Juan de
la Puebla, aviéndole dispensado la obligación de la Regla de San Gerónimo. Hízose
esta función con tal Magestad, Grandeza, graves y Solemnissimas Ceremonias,
que pueden mejor considerarse que decirse: como también los afectos de admiración,
gozo, devoción y ternura de todos los que asistieron a un acto tan festivo, tan
singular y devoto. Miraban todos al Siervo de Dios con veneraciones de Santo, y
les parecía, más que hombre, Angel baxado del Cielo, según lo que en él veían y
según lo que en sí sentían de verlo. Y para manifestar en algo su estimación reverente,
le llamaron desde este día en Roma EL GRANDE ESPAÑOL".
En seguida abandonó el ex-conde de Belalcázar este ambiente, obteniendo la
licencia papal para ir al convento conocido como de las Cárceles o Cárcel de San
Francisco, cerca de Asís. En él vivió durante siete arios, dentro de la más rigurosa
observancia de toda la Orden.
Su hermano, Gutierre de Sotomayor y Zúñiga —quien también debía aparecer
retratado en el cuadro atribuido a Valdés Leal— heredó el condado, . El "Conde Lozano", como era conocido, y murió asaeteado en el año 1486 en el sitio de Abra, en la conquista de Málaga. Dejaba un hijo de corta edad, cuya tutoría fue encomendada al religioso, obligado por ello a volver desde Italia.
De nuevo en tierras andaluzas, Fray Juan de la Puebla se encargará de introducir
el reformismo franciscano en las estribaciones de Sierra Morena, fundando la
Custodia de los Ángeles .
Su fama debió ser grande ya en vida. Isabel la Católica, según su biógrafo fray
Juan Tirado, le tenía un gran afecto y, siguiendo esta misma fuente, era el candidato
de la reina para ocupar la sede toledana tras el fallecimiento del gran Cardenal don
Pedro González de Mendoza, el 11 de enero de 1495, incluso antes que Cisneros.
Unos años más tarde muere fray Juan de la Puebla, alcanzando la categoría de
Beato. Sus reliquias son veneradas como santas, y algunas de ellas fueron llevadas
en 1544 a Guadalupe , tal y como atestigua el acto notarial de entrega de las mismas
por parte del duque de Béjar, don Francisco de Zúñiga.
Otro de los personajes representados era doña Elvira de Sotomayor y Zúñiga,
hermana de fray Juan, quien fundó, seguramente siguiendo la senda de éste, un convento
en la villa condal de Belalcázar. En un principio fue ocupado por frailes fran
ciscanos, pero hacia 1490, al fundarse el nuevo convento de San Francisco, abandonan
ese edificio. Entonces llegan a la villa las monjas clarisas, pasando a conocerse
como el Convento de Santa Clara de la Columna".
Además de este cuadro de temática familiar, en el que se representa a los personajes
más señalados del núcleo de la casa condal de los Belalcázar durante la
segunda mitad del siglo XV, la documentación nos habla de un retrato de fray Juan
de la Puebla: "El 2° cuadro representa al dicho Conde D". Juan, en hábito de Religioso,
hincado de rodillas y haciendo oracion"


LA POSIBLE AUTORÍA DE VALDÉS LEAL: EL INFORME DE ANTONIO
CABRAL BEJARANO
Por la descripción de Jacobo Walsh sabemos que se trataba de unos cuadros de
cierta calidad, en los que se intentaba captar las calidades de los objetos: "cuyo cuadro,
ademas de su mérito artistico, lo tiene en serlo de costumbres, por notarse en
él los ropages, muebles y manera de servir la mesa de aquel tiempo"".
Pero además contamos con otros datos de interés, dados no por un interesado
en aumentar la calidad de las obras para lograr así su venta, sino de un entendido
en arte.
El 13 de enero de 1843, el Duque de Osuna encarga por carta a su Administrador
de los Estados de Arcos, don Antonio María Osorno, que pase a reconocer
los dos cuadros ofrecidos por Jacobo Walsh, "en compañia de alguno pintor inteligente
por su merito artistico".
El pintor elegido para la inspección de los cuadros fue Antonio Cabral Bejarano,
quien por entonces era Director del Museo de la ciudad de Sevilla, como se
ha indicado. Si bien no es un artista muy considerado en la actualidad, al haber sido
superado en fama y calidad por su hijo, Manuel Cabral y Aguado Bejarano, en aquel
momento sí debía tener un cierto ascendiente, fundamentalmente por el cargo que
ocupaba.
Su informe no añade grandes datos a la descripción de Jacobo Walsh: "Dos
cuadros grandes, uno de Forma cuadrada como de dos y media vara de alto y ancho,
en buen estado de conservacion restaurado y con moldura dorada" . El retrato de
fray Juan de la Puebla debía tener unas medidas muy semejantes, aunque algo más
estrecho.

Lo más destacado del informe es la rotundidad con la que Cabral Bejarano afirma
que son obras del pintor andaluz: "Pintado por. Juan Valdes Leal, Escuela Sevilla.".
Pero a pesar de ello, debemos tomarlo con una gran precaución y barajar la
posibilidad de que sea una atribución". En esa época, la mayoría de las obras se
atribuían a los grandes pintores, e indudablemente en Andalucía y en concreto en
Sevilla ante un cuadro barroco, el artista más considerado era Juan de Valdés Leal.
Pocos datos más nos da la documentación para poder acercarnos con una cierta
seguridad a la autoría de los cuadros. Todos los testimonios vienen a confirmar
que las obras eran de gran calidad, por lo que si no eran del gran maestro, es muy
probable que correspondiesen a su círculo.


EL TEMA DE FRAY JUAN DE LA PUEBLA EN LA COLECCIÓN OSUNA
El cuadro de costumbres e historia fue tasado por Antonio Cabral Bejarano, en
diez mil reales de vellón y el retrato en dos mil. Sin embargo, Walsh pide por ellos
un total de quince mil: "Pedido precio de ellos por el encargado de V.E. me fue violento
el no entregarlos al momento sin interes alguno, solo por la satisfaccion qe. me
resultaria de qe . V.E. me hiciese el honor de admitirlos; mas como hace años q e . las
circunstancias no son nada favorables, a mi pesar le di de quince mil rs . que es el
menor qe. por ellos puedo sacar'.
Don Antonio María Osorno cree que es una cantidad excesiva y desaconseja
su compra: "que me parecen muy caros, y solo con una gran ventaja se podría tratar
de la adquisicion en las circunstancias actuales de la casa".
Ya desde la primera carta de contestación del duque, éste advierte que "seguramente
aprovecharía esta ocasion si no tuuiese en mi Palacio de Bejar, en el de esta
Corte y otros puntos cuadros de la misma especie" . Tras conocer el precio pedido
por las obras, hace reconocer los inventarios de los cuadros "resultando de ellos
tener ya los asuntos que representan los cuadros que V. tiene la bondad de ofrecerme"
por lo que rechaza el ofrecimiento.
En la actualidad y como es sabido, la colección del duque de Osuna está muy
dispersa. Se desconocen los detalles y avatares de muchas de las obras que debieron
formar parte de la misma en los diferentes palacios que pertenecieron a esta casa
nobiliar, como los de Béjar, la Alameda de Osuna o el de las Vistillas, entre otros.


En 1896, don Narciso Sentenach elaboró un catálogo de dicha colección, apareciendo
en el mismo año dos ediciones, puesto que en la segunda se completaba la
falta de varias obras . Sin embargo, la documentación aquí presentada nos muestra
que tan sólo unos arios antes de ese catálogo, el duque de Osuna debía contar
con otras muchas obras.
Como hemos visto, el duque afirma de forma reiterativa que ya posee algún
cuadro con el tema del retiro del siglo de su antepasado don Juan de Sotomayor y
Zúñíga, después fray Juan de la Puebla. Sin embargo, en las ediciones de Sentenach
no aparece citada ninguna obra con dicha temática ni ningún retrato del beato
franciscano.
Nos sorprende además que en dicho índice no aparezca ningún cuadro de Valdés
Leal entre la nómina de grandes artistas que conforman la colección. No sabemos
si ello se debe a una posible perdida de sus obras en algún momento o si nunca
se poseyeron. Pero en tal caso, resultaría más extraña la decisión de la casa de
Osuna sobre no adquirir las citadas en la documentación.
Probablemente, la precaria situación económica por la que pasaba en esa época
la casa ducal, desaconsejaría su adquisición, mientras que la posterior pérdida de
obras de la colección, en concreto durante la segunda mitad del siglo XIX, no nos
permite un conocimiento exacto de la misma, ahora algo más completado con la
documentación aportada.

Patricia Andrés Gonzaléz

1 comentario:

Anónimo dijo...

no FUERON DOS CUADROS, FUERON 3 YA QUE MI FAMILIA TIENE OTRO CUADRO "EL MARTIRIO DE SAN SEBASTIAN" EL CUAL TAMBIEN FUE ACQUIRIDO POR EL DUQUE DE OSUNA, ANTEPASADO DE MI FAMILIA.
ATENTAMNETE,
IGNACIO ROCA DE TOGORES
MARQUES DE GIBRALEON